martes, 7 de noviembre de 2017

LEYENDAS DEL ECUADOR


Sierra


 




Leyendas Cuencanas


EL CURA SIN CABEZA


 "Esta leyenda también es común en varias ciudades interandinas del país; se cuanta que en otra época vivía un sacerdote de escandalosas costumbres, que mantuvo relaciones con numerosas beatas. Cuando el cura murió su cabeza fue cortada y se la llevaron los demonios", manifestó Jorge Castillo.
Desde entonces, el alma del Cura recorría las calles de Cuenca por las noches, buscando inútilmente su cabeza. Una versión mas picaresca de la leyenda asegura que el curita tenia la cabeza en su sitio, pero tan buena era que, para evitar miradas indiscretas cuando salía a sus andanzas ocultaba el cráneo bajo un manto, y de este modo se asimilaba a una alta figura decapitada. El propio sacerdote se encargaba de propagar la versión de "aparecido" para que sus buenos feligreses se abstuvieran de fisgonear por las noches.










EL FAROL DE LA VIUDA

 Se cuenta que en tiempos lejanos una mujer de livianas costumbres solía verse con su amante por las noches, y que para ir a sus aventuras cargaba a su pequeño hijo de unos pocos meses de nacido. La chasquivana, una noche en el que cruzaba el rió Tomebamba, dejo caer a la criatura en las turbulentas aguas. Desesperada y arrepentida, se proveyó de un "mechero" o farolito de aceite, con el cual recorría incansablemente los márgenes del Tomebamba lamentándose por su hijo perdido y buscándole enloquecida. La afligida mujer murió pronto, pero quedo su espectro, que asustaba a los cuencanos trasnochadores con sus desgarradores encuentros y el farolito moviéndose al ras de la orilla del rió.

Castillo indicó que el aposento de esta dama se encontraba por el vado, y junto a la cruz había la casa del ruido, que según averiguaciones se imaginaban que eran producidos por un conocido doctorcillo por el día, y gagon por la noche, que lanzaba piedrecillas a la ventana de su querida y con flor de labios tenia estas coplas.
Todo lo de mi hija es tuyo…".

"Anoche me fui por verte
Por encima del tejado,
Salio tú mama y me dijo:
O esta otra, más impulsiva:
Anoche me fui por verte
Por abajo el canayuyu,
Salio tu madre y me dijo:

 

 

EL PERRO ENCADENADO


Este monstruo sobrenatural, no era mas que según la beatas de entonces, la encarnación del demonio, porque era un perro con cuernos y de sus ojos nacían ascuas que encandilaban en las tinieblas, y que dios había consentido que salieran del infierno, para ver asustados un tanto a frailes y “curuchupas”, que eran el azote de la incipiente sociedad cuencana; y que eran los transeúntes de las noches, en sus andanzas amorosas.

Este enorme animal, arrastraba una pesada cadena por los barrios por los que andaba y producía un gran estruendo que hacia temblar de los nervios a quienes lo escuchaban, de tiempo en tiempo emitía un sonido similar a la de un aullido, eran tan funestos que a veces coincidían con los graznidos de un búho.
Estos sonidos eran de mal augurio, sobre todo para los campesinos o indígenas, pues seguro quien los percibía estaba para morir muy pronto, por lo que un jocoso e ilustre bardo decía:
El búho grazno,
el perro aúlla,
el indio muere;
parece chanza
pero sucede…


Leyendas Quiteñas


LEYENDAS QUITEÑAS

CANTUÑA




Famosa es la leyenda que cuenta cómo el convento de San Francisco de Quito fue construida por Cantuña mediante pacto con el diablo. Ésta relata cómo Cantuña contratista, atrasado en la entrega de las obras, transó con el maligno para que, a cambio de su alma, le ayudara a trabajar durante la noche. Numerosos diablillos trabajaron mientras duró la oscuridad para terminar la iglesia. Al amanecer los dos firmantes del contrato sellado con sangre: Cantuña por un lado, y el diablo por el otro, se reunieron para hacerlo efectivo.
El indígena, temeroso y resignado, iba a cumplir su parte cuando se dio cuenta de que en un costado de la iglesia faltaba colocar una piedra; cuál hábil abogado arguyó, lleno de esperanza, que la obra estaba incompleta, que ya amanecía y con ello el plazo caducaba, y que, por lo tanto, el contrato quedaba insubsistente . 
Ahora bien, la historia, a pesar de haber contribuido al mito, es algo diferente. Cantuña era solamente un guagua de noble linaje, cuando Rumiñahui quemó la ciudad. Olvidado por sus mayores en la historia colectiva ante el inminente arribo de las huestes españolas, Cantuña quedó atrapado en las llamas que consumían al Quito incaico.
La suerte quiso que, pese a estar horriblemente quemado y grotescamente deformado, el muchacho sobreviva. De él se apiadó uno de los conquistadores llamado Hernán Suárez, que lo hizo parte de su servicio, lo cristalizó, y, según dicen, lo trató casi como a propio hijo. Pasaron los años y don Hernán, buen conquistador pero mal administrador, cayó en la desgracia. Aquejado por las deudas, no atinaba cómo resolver sus problemas cada vez más acuciantes. Estando a punto de tener que vender casa y solar. Cantuña se le acercó ofreciéndole solucionar sus problemas, poniendo una sola condición: que haga ciertas modificaciones en el subsuelo de la casa.
La suerte del hombre cambió de la noche a la mañana, sus finanzas se pusieron a tal punto que llegaron a estar más allá que en sus mejores días. Pero no hay riqueza que pueda evitar lo inevitable: con los años a cuestas, al ya viejo guerrero le sobrevino la muerte. Cantuña fue declarado su único heredero y como tal siguió gozando de gran fortuna. Eran enormes las contribuciones que el indígena realizaba a los franciscanos para la construcción de su convento e iglesia. Los religiosos y autoridades, al no comprender el origen de tan grandes y piadosas ofrendas, resolvieron interrogarlo. Tantas veces acudieron a Cantuña con sus inoportunas preguntas que éste resolvió zafarse de ellos de una vez por todas. El indígena confesó ante los estupefactos curas que había hecho un pacto con el demonio y que éste, a cambio de su alma, le procuraba todo el dinero que le pidiese. 
Algunos religiosos compasivos intentaron el exorcismo contra el demonio y la persuasión con Cantuña para que devuelva lo recibido y rompa el trato. Ante las continuas negativas, los extranjeros empezaron a verlo con una mezcla de miedo y misericordia. A la muerte de Cantuña se descubrió en el subsuelo de la casa, bajo un piso falso, una fragua para fundir oro. A un costado había varios lingotes de oro y una cantidad de piezas incas listas para ser fundidas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL PADRE ALMEIDA

En el convento de San Diego vivía hace algunos siglos un joven sacerdote, el padre Almeida, cuya particularidad era su afición al aguardiente y la juerga.

Cada noche, el padre Almeida sigilosamente iba hacia una pequeña ventana que daba a la calle, pero como ésta se hallaba muy alta, él subía hasta ella apoyándose en la escultura de un Cristo yaciente. Se dice que el Cristo, cansado del diario abuso, cada noche le preguntaba al juerguista: "hasta cuando padre Almeida"…a lo que él respondía: "hasta la vuelta, Señor"

Una vez alcanzada la calle, el joven sacerdote daba rienda suelta a su ánimo festivo y el aguardiente corría por su garganta sin control alguno…con los primeros rayos del sol volvía al convento.

Aparentemente, los planes del padre Almeida eran seguir en ese ritmo de vida eternamente, pero el destino le jugó una broma pesada que le hizo cambiar definitivamente. Una madrugada, el sacerdote volvía tambaleándose por las empedradas calles quiteñas rumbo a su morada, cuando de pronto vio que un cortejo fúnebre se aproximaba. Le pareció muy extraño este tipo de procesión a esa hora y como era curioso, decidió ver en el interior del ataúd, y al acercarse observó su cuerpo en el féretro.
El susto le quitó la borrachera. Corrió como un loco al convento, del que nunca volvió a escaparse para ir de juerga.








LA BELLA AURORA

Esta es una de las leyendas más famosas de la ciudad de Quito. Y, según cuenta la historia, todo empezó en la Plaza de La Independencia cuando allí aún no existía ningún monumento.
En este lugar vivía Bella Aurora, una hermosa joven que asistió con sus padres a una corrida de toros.
Según cuentan quienes asistieron a esa corrida, nadie sabe de dónde salió un toro negro que se acercó a Bella Aurora de manera muy extraña. La observó fijamente e hizo que la niña espantada se desmayara del miedo.
Sus padres desesperados salieron inmediatamente del lugar, llevándola a su hogar y pidiendo ayuda a un doctor que no se explicaba el por qué Bella Aurora no podía reaccionar desde aquel susto.
El toro al no ver a la niña en la Plaza, saltó la barrera dirigiéndose a la casa 1028, donde vivía Bella Aurora.
El animal entró en su casa y lleno de furia tumbó la puerta de su habitación.
La joven, que aún continuaba en un estado de nervios, solo alcanzó a gritar y él la embistió, acabando con su vida.
Hasta ahora nadie sabe de dónde salió ese extraño toro y por qué atacó a la niña. Al parecer ese será un mito que nunca podremos descubrir.









EL GALLO DE LA CATEDRAL

Había una vez un hombre muy rico que vivía como rey. Muy temprano en la mañana comía el desayuno. Después dormía la siesta. Luego, almorzaba y, a la tarde, oloroso a perfume, salía a la calle. Bajaba a la Plaza Grande. Se paraba delante del gallo de la Catedral y burlándose le decía: ¡Qué gallito! ¡Qué disparate de gallo!

Luego, don Ramón caminaba por la bajada de Santa Catalina. Entraba en la tienda de la señora Mariana a tomar unas mistelas. Allí se quedaba hasta la noche. Al regresar a su casa, don Ramón ya estaba coloradito. Entonces, frente a la Catedral, gritaba: ¡Para mí no hay gallos que valgan! ¡Ni el gallo de la Catedral!

Don Ramón se creía el mejor gallo del mundo! Una vez al pasar, volvió a desafiar al gallo: ¡Qué tontería de gallo! ¡No hago caso ni al gallo de la Catedral!
En ese momento, don Ramón sintió que una espuela enorme le rasgaba las piernas. Cayó herido. El gallo lo sujetaba y no le permitía moverse. Una voz le dijo:
- ¡Prométeme que no volverás a tomar mistelas!
- ¡Ni siquiera tomaré agua!
- ¡Prométeme que nunca jamás volverás a insultarme!
- ¡Ni siquiera te nombraré!
- ¡Levántate, hombre! ¡Pobre de ti si no cumples tu palabra de honor!
- Gracias por tu perdón gallito.
Entonces el gallito regresó a su puesto.
Cuentan quienes vivieron en esos años, que don Ramón nunca más volvió a sus andadas y que se convirtió en un hombre serio y responsable. Además dicen algunas personas que el gallito nunca se movió de su sitio, sino que los propios vecinos de San Juan, el sacristán de la Catedral, y algunos de los amigos de don Ramón, cansados de su mala conducta, le prepararon una broma para quitarle el vicio de las mistelas.






Una noche, a inicios del siglo pasado, un personaje de ultratumba apareció en las calles de Riobamba. Quienes lo miraron se quedaron mudos de espanto. Era un jinete sin cabeza. Todos los habitantes de la ciudad se guardaban muy temprano para huir de la mala visión, pero nunca faltan los valerosos que lograron descubrir lo que escondía detrás del fantasma.














El 4 de febrero de 1797, un terremoto destruyó gran parte de la zona central del Ecuador. Se cuenta que antes del desastre se produjeron hechos misteriosos, como el que les contamos a continuación.
En la plaza central de la villa de Riobamba se levantaba la escultura de un niño tejedor (agualongo en quichua). Se dice que un día antes del pavoroso terremoto, hacía un insoportable calor, y muchos se concentraron en la plaza para descansar. En esos momentos miraron asombrados cómo la escultura de piedra giraba sobre su propio eje.
Los testigos regresaron a sus casas profundamente contrariados, sin imaginar que al día siguiente Riobamba desaparecería y que por eso, el Agualongo quiso verla por última vez.









La Loca Viuda espantaba a los caballeros de vida disipada.
El inicio de esta leyenda urbana se remonta a la época republicana cuando la ciudad de Riobamba era alumbrada por rudimentarios faroles que apenas competían con la luz de las velas. La luna llena completaba el ambiente propicio para los aparecidos y cuentos tenebrosos.
El protagonista de esta leyenda es Carlos, uno de los tantos bohemios que gustaba embriagarse en las cantinas y no desaprovechaba la oportunidad de tener un desliz.
Una de aquellas noches de juerga, al dirigirse a casa, se encontró con una extraña mujer vestida totalmente de negro y con una mantilla que le cubría el rostro, que le hizo señas para que la siguiera.
Carlos sin pensarlo dos veces fue tras de la coqueta a lo largo de varias callejuelas oscuras.
Al llegar a la Loma de Quito, el ebrio le dio alcance.
-          “Bonita, ¿dónde me lleva? dijo.
Sin dar más explicaciones, la mujer dio la vuelta y Carlos recibió uno de los impactos más grandes de su vida porque vio que la cara de la mujer era la de una calavera.
De la impresión, Carlos cayó pesadamente sobre el suelo mientras invocaba a todos los santos. Logró levantarse y emprendió la carrera de regreso a casa.
Al llegar, el hombre encontró el refugio en su devota esposa Josefina. Entendió que la visión fantasmagórica era el castigo por tantas infidelidades. Y desde entonces se dedicó santamente a su hogar.
Lo que Carlos nunca se enteró es que su esposa estuvo detrás del “alma en pena”. ¿Qué había sucedido? Después de muchas noches en vela, Josefina se armó de valor para castigar las continuas infidelidades de su cónyuge.
Una vecina le aconsejó darle un buen susto. Para el efecto le prestó una careta de calavera y le recomendó vestirse de negro.
Sin estar segura, pero motivada por su amiga, la señora decidió hacerlo.
Una noche oscura, se trajeó de negro, se puso la careta y se cubrió con un velo. Lo sucedido después ustedes ya lo conocen.

La loca viuda fue el remedio para los caballeros que abandonaban el hogar por una conquista galante. Los años pasaron y aún dicen que la loca viuda se aparece en las noches…






























Una misteriosa puerta abre el camino hacia la ciudad dentro del Chimborazo.
Hace muchos años, en el tiempo de las grandes haciendas, había gente dedicada al servicio de la casa y de las tierras. Los vaqueros eran los hombres dedicados a cuidar a los toros de lidia que eran criados en las faldas del volcán Chimborazo.
Juan, uno de los vaqueros, se había criado desde muy pequeño en la hacienda. Recibió techo y trabajo, pero así mismo, los maltratos del mayordomo y del dueño.
Una mañana que cumplía su labor, los toros desaparecieron misteriosamente. Juan se desesperó porque sabía que el castigo sería terrible. Vagó horas y horas por el frío páramo, pero no encontró a los toros.
Totalmente abatido, se sentó junto a una gran piedra negra y se echó a llorar imaginando los latigazos que recibiría.
De pronto, en medio de la soledad más increíble del mundo, apareció un hombre muy alto y blanco, que le habló con dulzura:
-          ¿Por qué lloras hijito?
-          Se me han perdido unos toros –respondió Juan- después de reponerse del susto.
-          No te preocupes, yo me los llevé –dijo el hombre- vamos que te los voy a devolver.
Juan se puso de pie dispuesto a caminar, pero el hombre sonriendo tocó un lado de la piedra, y ésta se retiró ante sus ojos.
-          Sígueme –le ordenó.
Aquella roca realmente era la entrada a una gran cueva. Sin saber realmente cómo, Juan estuvo de pronto en medio de una hermosa ciudad escondida dentro de la montaña.
El vaquero miró construcciones que brillaban como si estuvieran hechas de hielo. La gente era alegre y disfrutaba de la lidia de toros.
El hombre alto le entregó los animales, le dio de comer frutas exquisitas, y como una forma de compensación le regaló unas mazorcas de maíz.
De la misma forma extraña en la que había llegado, pronto estuvo en el páramo, con los toros y las mazorcas.
Al llegar a la hacienda todos se burlaron de él por lo que consideraban una influencia del alcohol. Decepcionado, pero a la vez tranquilo por haberse librado de la paliza, Juan fue a su casa y sacó las mazorcas. Para su sorpresa eran de oro macizo.
Con este tesoro, el vaquero se compró una hacienda propia y se alejó para siempre del lugar donde le habían maltratado tanto.
Desde entonces, los campesinos y los turistas tratan desesperadamente de buscar la entrada a la ciudad del Chimborazo.













El maestro universitario César Herrera Paula ha recopilado una serie de leyendas y tradiciones de nuestra provincia. Una de ellas es la que contamos a continuación.
En San Gerardo, población del cantón Guano, muy cerca de la ciudad de Riobamba, Juan trabajaba en un lugar muy distante del centro parroquial. Para llegar debía atravesar un bosque; salía de su casa a las 8 de la mañana y retornaba a las 8 de la noche.
Cierta ocasión mientras volvía, creyó escuchar pasos. No dio importancia, pero más allá escuchó una voz ronca que le dijo:
-          No mire atrás… únicamente dame tu cigarrillo.
Así lo hizo y prosiguió su recorrido. Al día siguiente llevó una cajetilla  y la voz nuevamente se dejó escuchar.
De reojo observó que se trataba de un hombre muy pequeñito, portaba un látigo en su mano, y llevaba en su cabeza un sombrero muy grande.
Juan se asustó y corrió desesperadamente. Al llegar a casa comentó lo sucedido y su madre le aconsejó llevar siempre un crucifijo.
Así lo hizo y al día siguiente, el hombrecillo no le pidió cigarrillos sino que empezó a castigarle con el látigo.
Juan sacó de su camisa el crucifijo y el enano se esfumó como por encanto.
Esta aparición y otras similares hicieron entender que se trataba del Duende de San Gerardo.






Costa













LA VIUDA DEL TAMARINDO 

 GUAYAQUIL Era un tamarindo antiguo que existía donde era la quinta Pareja. La quinta Pareja quedaba donde es ahora la Clínica Guayaquil. Las calles exactamente creo que son: Tomás Martínez y General Córdova, en esa área. En esa época era una finca. No era una quinta. Se llamaba quinta y era un lugar abandonado y los tunantes, o sea las personas que andaban tras del trago, iban solos, y en camino a casa, mira*ban una mujer vestida de negro que parecía muy bella. En ese tiempo no había pues mayor alumbrado. En*tonces el tunante, pues, éste que estaba, seguía ¿no? seguía, perseguía a la viuda ésta, a la aparición ésta, y ésta lo llevaba siempre a un tamarindo añoso lo llevaba allí. Cuando él iba pues, cuando él llegaba ya casi al pie del tamarindo y luego se volteaba y la viuda había sido una calavera de la muerte! Una calavera, de decir: itremenda! El tunante caía echando espuma por la boca.













VICTOR EMILIO ESTRADA Y EL 

PACTO CON EL DEMONIO


 Dice la leyenda que Víctor Emilio Estrada (ex presidente del Ecuador en 1911) era un hombre de fortuna, acaudalado y de sapiencia, todo un caballero de fina estampa. Las personas de esa época decían que el caballero había hecho un pacto con el Diablo, y que cuando muriera él mismo vendría a su tumba a llevárselo. Víctor Emilio Estrada construyó una tumba de cobre para que el Demonio no invadiera su descanso. Al morir fue enterrado en su tumba de cobre, una de las más grandes del cementerio de Guayaquil. El Demonio quiso llevarse su alma al infierno como habían pactado, pero en vista de que no pudo éste lo maldijo y dejó varios demonios de custodios fuera de su tumba para que lo vigilaran y no lo dejaran descansar en paz. Desde ese día Víctor Emilio Estrada no descansa en paz y todas las noches sale a las 23 horas con su sombrero de copa y su traje de gala por la puerta uno del famoso cementerio de Guayaquil, a conversar con las personas que se detienen a coger el bus en la parada.









LA DAMA TAPADA


Se dice que la Dama Tapada, es un ser de origen desconocido que se aparecía en horas cercanas a la medianoche a las personas que frecuentaban callejones no muy concurridos. Según las historias relatadas por muchas personas acerca de estos acontecimientos, una extraña joven se les aparecía, vistiendo un elegante vestido de la época, con sombrilla, pero algo muy particular en ella era que llevaba su rostro tapado con un velo, el cual no permitía que las víctimas la reconocieran. Al estar cerca de la Dama, se dice que despedía a su entorno una fragancia agradable, y por ello, casi todos los que la veían quedaban impactados al verla y estar cerca de ella. Hacía señales para que la siguiesen y, en trance, las víctimas accedían a la causa pero ella no permitía que se les acercara lo suficiente. Así, los alejaba del centro urbano y en lugares remotos empezaba a detenerse. Posteriormente cuando las víctimas se le acercaban a descubrirle el rostro un olor nauseabundo contaminaba el ambiente, y al ver su rostro apreciaban un cadáver aún en proceso de putrefacción, la cual tenía unos ojos que parecían destellantes bolas de fuego. La mayoría de las víctimas morían, algunos por el susto y otros por la pestilente fragancia que emanaba el espectro al transformarse. Muy pocos sobrevivían y en la cultura popular los llamaban tunantes. Desde aquellos acontecimientos, hay quienes dicen que posteriormente aun transita por los callejones por las noches.






ATAUD AMBULANTE


Por las noches y en los ríos que se juntan para formar elgran Guayas, frecuentemente se observa un ataúd flotando en las oscuras aguas, con la tapa levantada y unagran vela en la cabecera que ilumina los dos cadáveresque yacen en su interior. Ahí descansan los cuerpos de la princesa Mina y su hijo.Mina fue hija del último de los caciques de los daulis:Chauma. A sus espaldas, y en contra del parecer de supadre, ella se enamoró de un español con quien se caso ensecreto. Su padre, al conocer la noticia, se molestó muchoporque los españoles habían matado a sus antepasados y despojado a su pueblo de sus tierras. Lleno de ira maldijoa su hija por casarse con un enemigo y convertirse encristiana. La maldición de Chauma condenó al espíritu de Mina a no tener descanso después de que se separara desu cuerpo. Luego de unos días, Mina, abrumada por la melancolía quele provocó la huida de su casa y al conocer la muerte de supadre cuando éste se disponía a asaltar la ciudad de Guayaquil, falleció dando a luz a su primogénito que también nació muerto. Su esposo dio cumplimiento al último deseo de la princesaque, presintiendo un triste desenlace, pidió que al morirno la enterrase sino que, colocada dentro de un ataúd, ladejase en el río con la tapa de la caja levantada. Apenassu esposo abandonó el ataúd en el río, éste, en vez dehundirse permaneció en la superficie y partió como unaflecha a la ribera más lejana. Cuando llegó, se dirigió deinmediato hacia la otra orilla y así indefinidamente, almismo tiempo que apareció una vela encendida en sucabecera para poder ver los cadáveres.Desde entonces, ciertas noches, se observa el ataúd porlos ríos Daule y Babahoyo. Muchos navegantes aseguran haber visto con claridad los dos cadáveres y una nube demoscas que los rodea, sobre todo en la noche del 25 defebrero, aniversario del deceso de la princesa, cuando porúnica vez el ataúd se queda quieto en la superficie delagua ofreciendo a los curiosos la oportunidad decontemplarlo.










Oriente



EL TSÁCHILA QUE SE CONVIRTIO EN SOL


Cuentan los antiguos en Tásichla, Santo Domingo, que hace muchos, muchos, muchos años,  los abuelos de los abuelos podían conversar con los pájaros, en el Cielo donde vivia un enorme tigre de enorme boca, de ojos como los rayos, con garras poderosas y un pelaje muy resplandeciente, pero vivía en la Obscuridad. Un día, el Tigre de la Obscuridad andaba furioso y hambriento y de un solo bocado se comió el Sol y en la Tierra cayeron las tinieblas
Los Tsáchilas (Santo Domingo) vivieron así, en esa larga noche. Se tropezaban unos con otros y se la pasaban todos golpeados y adoloridos, así que decidieron encerrarse en sus hogares y no salir. No podían hacer nada que incluso la comida se escaseaba. Más de una ocasión se escuchaban gritos desesperados de los que eran atacados por las fieras de la selva.
La luna se hallaba confundida por la desaparición del sol, tampoco salía y eso era más grave porque ya no se podia enamorarse con su luz nocturna. Los pájaros morían y los ríos empezaron a secarse porque confundida la lluvia sin la guía de los astros celestes, tampoco caía. 

Angustiados los Tsáchilas decidieron hacer su propia luz e intentaron hacer fogatas con  ramas y alumbrarse con su fuego, pero fue inutil. Pero ellos, los más débiles morían rapido. Mientras el Tigre de la Oscuridad con sus fauces abiertas se acercaba cada vez más a los atemorizados Tsáchilas para devorarlos uno a uno. 

Sus pasos se escuchaban muy cerca de sus casas. Viendo el desastre inminente a los sabios ancianos se les ocurrió crear su propio sol. Los Chamanes (brujos) se reunieron y pensaron en convertir a un joven Tsáchila en el poderoso astro.

Así pasaron tres días tristes y sombríos. Al cuarto día su sorpresa fue total, apenas si podían abrir los ojos, una luz incandescente los quemaba y era casi imposible de resistir verlo. Ahí estaba el sol de nuevo, reinando en lo más alto, alcanzando con sus rayos a todos los Tsáchilas. Con todo su esplendor, ahí estaba de nuevo, pero no lograban soportarlo.

Recordaron los ancianos, que el joven tsachila tenía dos ojos y que seguramente estaba alumbrando con los dos. Por lo que sería necesario que alumbrara sólo con uno. Así que lanzando una gran piedra hacia el cielo y lograron su objetivo, pudieron por fin volver a disfrutar de las bondades del rey sol que ahora anda con un solo ojo.

ISLAS GALAPAGOS
LA LEYENDA DEL TESORO DEL PIRATA

Los hechos ocurrieron tal y como os los voy a narrar,  en un tiempo muy lejano,  concretamente a finales del siglo XVI, y no llegó a mí la leyenda metida dentro de una botella, junto con el consabido mapa del tesoro enterrado:
"Yo, el pirata conocido bajo el nombre de Benny el Astuto, lego a quien lo encuentre este plano que he dibujado con mi propia sangre, y en el que descrita se halla la situación de la isla en la que agonizo, y el lugar en donde oculté ese tesoro que aquí he escondido para que mis hombres no lo hallen jamás ya que me pertenece por muchas razones que hubieran tenido que satisfacer mi noble sed de venganza, que no me inicié en la piratería ávido de riquezas sino por el deseo de justicia. Pues yo, que soy de sangre azul, tuve que hacerme a la mar huyendo de quien, envidioso de mi hacienda, pretendía destruirme alevosamente usando la calumnia como arma legal. Esto mis hombres lo ignoran, ya que sólo creen en lo que ven, y lo que han visto siempre es a su capitán, hundiendo con preferencia los barcos que ondean una determinada bandera, la de sir Humphrey,  cuñado del gobernador de Jamaica; lo que ellos no saben es que aquel villano me despojó de mis bienes casándose luego con lady Rosalind, mi prometida, al hacerle creer a su padre que yo era un traidor..."
No, no comienza con el hallazgo de un mensaje lanzado al mar la historia que voy a narraros, sino de otra forma  muy diferente y que se encierra en una sola palabra: curiosidad; simplemente, al enterarme de la leyenda estando de vacaciones en el Caribe, quise investigar por mi cuenta, bebiendo en las fuentes  más diversas, y he aquí lo  que descubrí.
LOS EUROPEOS EN LA ISLA FLOREANA

En la Isla Floreana, conocida también como Santa María, en la zona poblada del puerto Velasco Ibarra funciona el hotel Wittmer. Esta isla es famosa por sus leyendas. Durante los años 1930, con la llegada de varios emigrantes europeos sucedieron misterioros acontecimientos.En 1926 se instaló en la isla una fábrica pesquera noruega, al poco tiempo llegaron al mismo sitio el Dr. Friedrich Ritter y su compañera Dore Strauch. En 1932 procedentes de Alemania llegó la familia Wittmer, compuesta por Heinz, Margret y su hijo Harry, lo que rompió definitivamente la soledad. En 1934, arribó una baronesa austriaca llamada Eloise Wagner-Bosquet y sus dos amantes: Rudi Lorenz y Robert Philipson. Un día, Eloise comentó a los Wittmer que estaba pensando en abandonar la isla y viajar a Tahiti con su amante favorito, Philipson. Pero nunca nadie los vio abandonar Floreana. Hasta hoy, existen especulaciones acerca de su desaparición sin que la verdad haya sido descubierta. Rudi Lorenz vendió todas las posesiones de la baronesa a los Wittmer y se embarcó en un bote pero naufragó y murió de sed en la isla Marchena. A los cuatro días, el Dr. Ritter enfermó al comer carne envenenada, algo inexplicable porque era vegetariano. Después de la muerte del Dr. Ritter, Dore dejó Santa María. La familia Wittmer permaneció en la isla.





LEYENDAS DE CHATAM (ISLA SAN CRISTÓBAL) - EL RUSO
Entre las viejas tumbas del cementerio de El Progreso, existe una plancha marmórea clavada en e suelo con la inscripción: TEODORO ZHEN la curiosidad indujo a descubrir que se trataba de un raro personaje a quien llamaban EL RUSO.
-Quién era El Ruso?
Algo había leído al respecto tiempo atrás.
Quizá en alguna historia fantasiosa o algún cuento o leyenda de Galápagos.
Aprovechando encontrarme en el lugar de los acontecimientos, traté averiguar a los moradores.
Cada cual supo informar conforme su apreciación o fantasía. En todo caso, nos hallamos frente a la leyenda siguiente.

Cementerio de San Cristóbal - Galápagos
Hace muchos años apareció un personaje de piel roja y contextura gigantesca. Los habitantes de la isla, acostumbrados a la presencia de extranjeros, no dieron mayor importancia. Su cabellera esparcida por sobre los hombros semidesnudos, su barba larga y abundante que le cubría el pecho y la profundidad de sus ojos azules y encendidos deba la impresión de algún extraviado personaje del reino de los patriarcas.
En su caminar había un aire de aristocracia evocadora de origen nobiliario. Pausado, meditabundo, distraído, iba y venía de la montaña de Cerro Azul. Los moradores del sector lo veían indiferentes a pesar de un halo de curiosidad y de misterio que dejaba tras si.
Por aquel tiempo aún existía la antigua tienda que cobraba deudas a los esclavos de Chatam.
El tipo monetario con el que funcionaba la abacería, no obstante prohibiciones seguía siendo el de papel, cobre o suela que regía desde tiempos del antiguo dueño de la hacienda El Progreso.
Para los extranjeros había trato distinto en que estaba incluido nuestro personaje.
Pues lo creían rico a juzgar por la bolsa de cuero que llevaba pendiente al pecho y cubierta por la barba.
De ella extraía gruesos doblones de oro para sus adquisiciones que consistían generalmente en fósforo, harina de trigo y panela.
Llevaba una vida muy reservada, sin relaciones con los isleños sino únicamente con los otros extranjeros y el dependiente de la abacería, con quien dialogaba en español correcto.
Debido a la larga permanencia iban descubriéndose sus particularidades.
Habitaba en una casucha apartada entre las breñas de Cerro Azul. En los alrededores tenía cultivos de hortalizas y hierbas aromáticas.
No comía carne y elaboraba sus propios cigarrillos de las plantas de tabaco sembradas al borde de su parcela. Su café consistía en hojas de la planta hervidas con panela.
En el patio había un árbol de tamarindo y una palmera que sostenía los extremos de una hamaca de lona.
Leía intensamente tendido sobre la hamaca o escribía junto a la ventana.
-Qué escribía tanto? Nadie lo supo
Cuando salía al poblado o caminaba por los alrededores llevaba un libro a la mano en atenta lectura o en meditación profunda.
Los moradores mirábanle con extrañeza y todos conocían su ritmo de vida y costumbres. Lo llamaban mister Zen, o simplemente El Ruso.
Por algún tiempo se lo vio caminar erguido y arrogante, pero paulatinamente iba decayendo bajo el peso de los años. Su actitud aristocrática y mirada altiva, iban cediendo bajo la implacable acción del tiempo.
Por último las autoridades insulares ese interesaron por él. Era uno de los altos personajes buscados por la revolución bolchevique cuyos tribunales reclamaban su deportación. Su vida de incógnito había terminado.
Nadie supo antes su verdadero nombre ni sus antecedentes. Nadie lo supo tampoco cómo, cuándo ni en cuál isla apareció por primera vez.
Sin embargo se hallaba tan envejecido y maltrecho que resultó imposible corresponder al requerimiento internacional. Fue acogido por una familia de noruegos que vivía en San Cristóbal. Por ese intermedio el señor Dagein Cobos, descendiente del antiguo propietario de la isla, tuvo conocimiento de baúles, cajas de libros y quizá tesoros que fueron sepultados al pie de un árbol, pero que al ser desbrozado sin precauciones el bosque, había desaparecido todo rastro.
¡Un tesoro más escondido en el misterio de la región insular!
LEYENDA DE LA TORTUGA GALÁPAGOS






Cuentan que hace mucho tiempo una tortuga y un cangrejo gigante peleaban por un caparazón. La tortuga era noble y el cangrejo era muy ambicioso, ventajoso y maloso.
El cangrejo le decía que él necesitaba muchísimo más el caparazón que ella, en cambio la tortuga le decía que tenía que ocultarse de los depredadores o moriría.
El Dios de los animales los oyó discutir y les dijo:
-Tú cangrejo, te doy tenazas para poderte defender, tu casita para que siempre la traigas contigo y serás pequeño para que te puedas ocultar junto con ella. A ti tortuga te entrego el caparazón para que te protejas.








BAHÍA DE CORREOS:
Floreana es la isla que más historias y leyendas tiene como la de su primer habitante “estable” en el siglo 18, un díscolo marinero irlandés, constantemente borracho quien fue dejado en la isla, en la llamada “Bahía de Correos”, por su capitán, cansado de sus constantes peleas con los compañeros.  Sobrevivió solo en la isla por algunos años, cultivando algunas legumbres y frutos que los canjeaba por otros víveres y sobre todo por abundante ron, cuando llegaban otras embarcaciones balleneras de las que frecuentaban las islas en esos tiempos.  La historia cuenta que un día desapareció y todo parece indicar que emborrachó a varios marineros que llegaron de visita en una embarcación y luego robó uno de los botes de dicha embarcación, huyendo con los marineros cautivos con rumbo al continente. Se dice que llegó solo él (Patrick Watkins era su nombre) a una población del norte del Perú y se especula que pudo haber echado por la borda en el mar a sus compañeros de viaje.











LA BARONESA
Quizás la más conocida historia de ésta isla se da en las primeras décadas del siglo XX, donde se desarrolla el famoso drama de “La Baronesa”, cuando de manera extraña convergen en un lapso de pocos años tres pequeños grupos humanos que llegan por diversos motivos a la deshabitada isla: una pareja alemana formada por un extravagante  odontólogo y su compañera quienes se instalan como “dueños” de la isla.  Luego llega una sencilla familia, también alemana, compuesta por el padre, la madre y un pequeño hijo a quien, por razones de salud, se le había recomendado el clima de las islas y además huían de la convulsión que imperaba en Europa después de la primera guerra mundial y antes de la segunda.  El último grupo en llegar es el de una extravagante “baronesa” de origen austriaco, acompañada de dos amantes. A partir de ahí se desarrolla una compleja historia de intrigas, rivalidades y misteriosas desapariciones que ha sido motivo de decenas de publicaciones, libros e historias, inclusive llevadas al cine.


MAMA GUADA

 

 

 

 

 

En esta Cuenca maravillosa, afortunada por su entorno y su gente, vivía una mujer, propietaria de una cantina apartada, a quién llamaban Mama Guada.

Sin duda representa nuestro motivo de orgullo y complacencia, debido a que de acuerdo a lo que cuentan nuestros abuelos, fue la única persona que ha existido en este mundo que pudo engañar al diablo.
Ante la incredulidad de las personas y según la leyenda, el diablo siempre está detrás de cada persona. A nuestras espaldas, acechándonos, astuto y rápido para esconderse y desaparecer, cuando nos damos la vuelta; burlándose de esta manera de cada mortal.
Este personaje siniestro, por doquier acudía a este mundo, para llevarse las almas de los pecadores.

Mama Guada, que sospechaba de las habilidades del diablo y que conocía sus intenciones, un día se dio cuenta que el mismo se encontraba cerca de su cantina; en búsqueda del alma perdida de un hombre que ya bebía aguardiente algunos días y que había abandonado su casa.


La mujer esperó el momento oportuno y para sorpresa del diablo, salió de su escondite, sin darle tiempo a que reaccione.
El diablo exhausto y asustado, interrogó a la mujer, que ¿cómo se llamaba?, que ¿quién era?, contestando la misma ¡Mamá Guada!
No podía salirse del asombro!, nadie antes había conseguido engañarle y descubrirle.
Mamá Guada no contenta, aprovechó la oportunidad para reprocharle, humillarle y hacerle ver lo mal que se había portado y las maldades que cometía, para que reflexionara.
El diablo agachó la cabeza, se sentó en una silleta, avergonzado y cabizbajo, estaba sudando y enrojecido.

Se cubrió el rostro con las manos, casi lloraba, hasta que imploró para que Mamá Guada, callara en sus acusaciones.
Mamá Guada, hábilmente le hizo prometer al diablo que desde ese instante tendría que ser más benevolente, un poco más comprensivo y que sólo así podía irse y regresar al infierno con un poco de calma… El diablo apenas pudo, salió a carreras.
Desde ese entonces, cuentan que el diablo es menos malo y que no se le ha vuelto a ver más rondando por las inmediaciones del pueblo.


La leyenda de Cantuña
Se dice que hace muchos años atrás cuando se construía el atrio de la Iglesia de San Francisco trabajaba un indígena llamado Cantuña, que era el responsable de terminar la obra.
El tiempo pasaba y la obra no se concluía, Cantuña era amenazado con ir a prisión si no terminaba la obra a tiempo y esto lo ponía muy nervioso.
Pero un día, cuando regresaba a su casa salió de entre las piedras un pequeño hombrecillo vestido de rojo, con nariz y barba muy puntiagudas que con voz sonora le dijo: Soy Satanás, quiero ayudarte. Yo puedo terminar el atrio de la iglesia antes de que salga el sol. A manera de pago, me entregarías tu alma. ¿Aceptas?
Cantuña, que veía imposible terminar la obra a tiempo le dijo: Acepto, pero no debe faltar ni una sola piedra antes del toque del Ave María o el trato se anula.
De acuerdo - respondió Satanás. Decenas de diablos se pusieron manos a la obra y trabajaron sin descanso.
Cantuña, que miraba con miedo cómo se iba terminando la obra se sentó en un lugar y se dio cuenta de que faltaba una piedra.
Fue entonces cuando sonó el Ave María y al faltar esa piedra para terminar la obra logró salvar su alma.
El diablo, muy enojado, desapareció y Cantuña además de salvar su alma pudo ver terminada la obra que se conserva hasta hoy.
LA OTRA HISTORIA DE LA LEYENDA DE CANTUÑA
Descubriendo la verdadera historia de Cantuña
En días pasados, tuve la oportunidad de relatar una leyenda que forma parte de la herencia cultural de Quito, capital de Ecuador. Si les parece interesante y cautivador el tema, mas aun puede ser el de encontrar la verdad que envuelve a estas famosas leyendas.
A continuación les adjunto un escrito, el que se basa en investigaciones históricas de los hechos que realmente ocurrieron, y que por supuesto envuelven otros mitos y relatos que pertenecen a las páginas de los libros de historia de Ecuador.
La Verdadera Historia de Cantuña
Famosa es la leyenda que cuenta cómo el convento de San Francisco de Quito fue construida por Cantuña mediante pacto con el diablo.
Cantuña era solamente un guagua de noble linaje, cuando Rumiñahui quemó la ciudad. Olvidado por sus mayores en la historia colectiva ante el inminente arribo de las huestes españolas, Cantuña quedó atrapado en las llamas que consumían al Quito incaico. La suerte quiso que, pese a estar horriblemente quemado y grotescamente deformado, el muchacho sobreviva. De él se apiadó uno de los conquistadores llamado Hernán Suárez, que lo hizo parte de su servicio, lo cristalizó, y, según dicen, lo trató casi como a propio hijo. Pasaron los años y don Hernán, buen conquistador pero mal administrador, cayó en la desgracia. Aquejado por las deudas, no atinaba cómo resolver sus problemas cada vez más acuciantes. Estando a punto de tener que vender casa y solar. Cantuña se le acercó ofreciéndole solucionar sus problemas, poniendo una sola condición: que haga ciertas modificaciones en el subsuelo de la casa. La suerte del hombre cambió de la noche a la mañana, sus finanzas se pusieron a tal punto que llegaron a estar más allá que en sus mejores días. Pero no hay riqueza que pueda evitar lo inevitable: con los años a cuestas, al ya viejo guerrero le sobrevino la muerte. Cantuña fue declarado su único heredero y como tal siguió gozando de gran fortuna.
 
Eran enormes las contribuciones que el indígena realizaba a los franciscanos para la construcción de su convento e iglesia. Los religiosos y autoridades, al no comprender el origen de tan grandes y piadosas ofrendas, resolvieron interrogarlo. Tantas veces acudieron a Cantuña con sus inoportunas preguntas que éste resolvió zafarse de ellos de una vez por todas. El indígena confesó ante los estupefactos curas que había hecho un pacto con el demonio y que éste, a cambio de su alma, le procuraba todo el dinero que le pidiese. Algunos religiosos compasivos intentaron el exorcismo contra el demonio y la persuasión con Cantuña para que devuelva lo recibido y rompa el trato. Ante las continuas negativas, los extranjeros empezaron a verlo con una mezcla de miedo y misericordia.
A la muerte de Cantuña se descubrió en el subsuelo de la casa, bajo un piso falso, una fragua para fundir oro. A un costado había varios lingotes de oro y una cantidad de piezas incas listas para ser fundidas.
Cantuña y el tesoro de Atahualpa
Cuando Atahualpa fue capturado por los españoles, cuenta la historia que, con el afán de recobrar su libertad, les ofreció un cuarto lleno de oro y dos de plata. Objetos de estos preciosos metales comenzaron a llegar a Cajamarca (donde se encontraba Atahualpa cautivo) en caravanas de indios que venían de diferentes partes; sin embargo, debido a la grandeza del imperio Inca, la entrega del codiciado rescate demoraba. Corría el rumor entre los captores de que el ejército del General Rumiñahui se acercaba para matar a Francisco Pizarro y los demás conquistadores, a quemar todo y liberar a Atahualpa. A tanto llegó el temor que, ocho meses después de la captura, el Inca fue asesinado. Se conoce que Pizarro se llevó la mayor parte del botín recaudado, pero no se sabe a ciencia cierta qué sucedió con el resto del rescate prometido, con las caravanas de oro y plata que iban en camino hacia Cajamarca. Al parecer, Rumiñahui pudo ocultar el rescate. Tras la muerte de Atahualpa, Pizarro se dirigió hacia el Cuzco y Sebastián de Benalcázar y se encontró con una ciudad saqueada e incendiada. Después de ocuparla, siguió el rastro de Rumiñahui que, según cuentan las crónicas, se encontraba en las peñas de los altos de Píllaro, cerca de los Llanganati. Finalmente lo capturaron y lo quemaron en la plaza principal de Quito, pero no lograron conocer en dónde se encontraba escondido el tesoro. Hasta ahora no se sabe qué ocurrió con el tesoro de Rumiñahui, pese a las continuas expediciones que se han realizado. Pero. ¿qué tiene que ver todo esto con Cantuña?. Hay quien dice que su padre, Hualca, acompañó a Rumiñahui en las quemas de Quito y a esconder el tan codiciado cargamento.

“LAGUNA DE YAMBO”










Esta leyenda es muy conocida sobre esta laguna, se encuentra ubicado a media hora de Salcedo, en la provincia de Cotopaxi.
La leyenda tiene un misterio y enigma: La Laguna de Yambo, se dice que un tren con decenas de almas en pena sale a la media noche y pita tan fuerte que todos suelen escuchar.
En la época del ferrocarril es donde nace la historia de que la locomotora aparece a la medianoche pitando con insistencia. Los habitantes cuentan que cierto día los vagones se salieron de los rieles y el tren se volcó.
Dos de los vagones que iban repletos de pasajeros dieron varias vueltas de campana y al final fueron a parar al fondo de la laguna. 

Los cuerpos de las víctimas nunca fueron encontrados, al igual que los restos de los vagones. Desde ese día hasta la actualidad, muchos dicen escuchar el pito del tren y los gritos de las personas desesperadas que piden auxilio para no morir.

EL PADRE ALMEIDA
Quien no conoce la leyenda de aquel fraile, en quien la tradición ha querido sintetizar una de las malas épocas de la religión Franciscana en el Ecuador.
Manuel de Almeida era un joven de 17 años cuando entró novicio al Convento Franciscano. Hijo único renunció a todos sus bienes y los placeres propios de la juventud, los cambió con la disciplina monástica de su convento.
Para su mala suerte cuando entró al convento, la indisciplina imperaba de manera escandalosa por todo el monasterio; los frailes jugaban naipes, bebían, salían y entraban a cualquier hora, sea por la puerta, sea por el tejado.
El Padre Almeida cedió a las tentaciones de Satanás y sus salidas eran más frecuentes que sus compañeros lo recluyeron para ver si se moderaba. Todo fue en vano. Había estudiado el mejor sitio para sus escapados y este era una pared donde estaba la imagen de un enorme cristo que le servía de escalera para saltar e ir a lugares de diversiones nocturnas.
Muchas debieron ser sus salidas cuando el mismo Cristo se cansó de aguantar las irreverencias del fraile y abrió sus labios y le dijo hasta cuando Padre Almeida? Y el Padre Almeida contestó: “hasta la vuelta Señor”.
En efecto aquella fue la última noche. Cuando regresó al amanecer, ya no fue a la celda, se postró delante del Cristo, que no le volvió a hablar y le prometió no continuar con sus desvaríos. Dice la leyenda que el Padre Almeida no se inmutó ante el reclamo de Cristo. Solo llegó al arrepentimiento cuando un amanecer, al regresar de una parranda, presenció sus propios funerales.
 
EL GALLO DE LA CATEDRAL
Esta leyenda tuvo su origen en el centro de la ciudad de Quito y se dice que cierto hombre adinerado, vivía como un príncipe y oloroso a perfume bajaba por la plaza grande y frente al gallo de la iglesia de la catedral se burlaba diciéndole...
 
¡Que gallito, que tontería de gallito! Y continuaba su camino hasta una tienda donde bebía hasta embriagarse entrada la noche tomaba el rumbo a su casa.
No sin antes burlarse del gallo de la cátedra, esto lo hacía siempre hasta que cierta noche sintió un escalofrío y las piernas desgarrándosele, para su sorpresa oyó una voz que le decía:
-Prométeme que no volverás a beber
-Lo prometo, no tomaré ni agua.
-Prométeme que no volverás a insultarme
-Lo prometo, no te nombraré.
Levántate y ahy de ti si no cumples tu promesa
La iglesia de la Catedral está situada en la ciudad de Quito, justamente en la Plaza de la Independencia , Plaza Grande y efecto en lo mas alto de su cúspide se encuentra el gallo de la catedral, es un gallo metálico que se tambalea al compás del viento.

LA DAMA TAPADA

No se ganaba en Guayaquil el rumboso título de TUNANTE, por los años 1700, quien no había seguido siquiera una vez a la TAPADA, en altas horas de la noche por los callejones y vericuetos por los cuales llevaba ella a sus rijosos galanes.
Nunca se le veía antes de las doce ni jamás nadie oyó, en la aventura de seguirla, las campanadas del alba, a las cuatro de la madrugada.
¿De donde salía la tapada? Nunca se supo; pero el trasnochador de doce y pico que se entretuviese por alguno de los callejones, de seguro que al rato menos pensado tenía delante de sí, a casi dos metros, siempre como al alcance de las manos pero nunca alcanzable, a una mujer de gentilísimo andar, cuerpo esbeltísimo y aunque siempre cubierta la cabeza con mantilla, manta o velo, revelaba su juventud y su belleza y a cuyo paso quedaba un ambiente de suavísimo perfume a nardos o violetas, reseda o galán de noche.
Todo galanteador, fuese viejo verde o joven sarmiento, sentíase irresistiblemente atraído y como medianímicamente inspirado para dirigirle piropos. Y ella delante y el detrás, camina y camina, sin que ella alterara su ritmo; pero sin dejarse nunca alcanzar ni disminuir la distancia de un metro a lo sumo; pues bajo no se sabía que influencia, el acosador no podía avanzar a acortar esa distancia.
Y camina camina, la damita cruzaba rápido con la pericia de una buena conocedora de los vericuetos, siempre por callejones y encrucijadas, sin acercarse a calles anchas. Zas…zas…las almidonadas arandelas de su pollera unas veces. Suas…suas…suas…los restregos de sus sayas de tafetán, otras, pues nunca se repetían sus trajes, salvo la manta o el velo.
Sólo pequeños esguinces de su gallarda cabeza, como animando a seguirla; sólo algo así como el eco imperceptible de una ahogada sonrisa juvenil, eran los acicates del galán que se empecinare en seguir a caza tan difícil. Y cosa curiosa: a su paso los rondines dormían si alguno estaba en la calle, y nadie que viniere de frente parecía verla; la visión era sólo para el persecutor, que ya perdida la cabeza y el rumbo, seguía inconsciente, hipnotizado, cruzando callejas y callejas sin saber por donde ni hacia donde le llevaban su curiosidad o malicia y el irresistible imán que lo precedía.
…Cuando de pronto…la tapada se detenía a raya…Daba media vuelta de precisión militar y levantándose el velo que cubría su cara, no decía sino estas frases:
-Ya me ve usted como soy…Ahora, si quiere seguirme, siga…
Y el rostro tan lindamente supuesto, se mostraba en verdad bellísimo, fino, aristocrático, blanco, sonrosado, fresco, griego, magnifico…pero todo era una visión de un segundo. Inmediatamente, como hoy podemos ver en las combinaciones de las películas, esas transformaciones entre sombras y disfumaciones…todas las facciones iban desapareciendo como en instantánea descomposición cadavérica: a los bellísimos ojos sucedían grandes huecos que a poco fosforecían como en azufre; a los lindos labios las descarnadas encías, a las mejillas los huesos; hasta que totalizada la calavera, un chocar macábrito de crótalos eran las mandíbulas de salteados dientes…Y un creciente olor de cadaverina apestosa reemplazaba los ricos aromas anteriores….
Otra media vuelta de la dama...y el que alcanzara a verla la hubiera visto como evaporarse al llegar a la vieja casa abandonada de don Javier Matute…el que no alcanzaba a ver esto, allí quedaba, paralizado y tembleque, pelipuntiparado, sudorifrìo y baboso, o loco o muerto…solo el que había visto a la TAPADA podía adquirir el rumboso título de TUNANTE…
Y agrega la leyenda que el alma en pena era de una bella que en vida había abusado del comercio de la carne, sin ser carnicera. 
 

EL DIA DE LOS DIFUNTOS
Allá por la década de los treinta, hasta mediados de los cuarenta, existió una costumbre en la Península , en relación a la recordación del día de los fieles difuntos.
 
Una de las tradiciones consistía en preparar “La mesa de los difuntos”, en víspera del 2 de noviembre de cada año: se preocupan de realizar alimentos con harina de trigo, frutas de la sierra y costa, manjares, legumbre, jugos, pescados, diversidad de mariscos, etc, y ponerlos en grandes mesas cubiertas con manteles para la ocasión, bajo toldos, con velas encendidas alrededor de la mesa que también contenía panes que representaban figuras humanas y de animales.
A los platos preferidos se les añadía una botella de licor, cigarrillos y caramelos, que al difunto le habían gustado en vida.
Después de un tiempo prudencial para que coman los difuntos, los familiares se dirigían a las casas de los vecinos y los niños iban diciendo “Ángeles somos del cielo venimos pan pedimos”, y la puerta se abría, para que todos reciban una donación de pan o comida del difunto. Luego se retiraban a sus casas con el producto de las donaciones.
Esta tradición se ha ido extinguiendo, pocas familias las siguen realizando y es seguro que esta costumbre se estableció antes de la llegada de los españoles a nuestra América.
EL HOMBRE ELEGANTE
Hace muchos años atrás, cuando mis abuelos decidieron venir a vivir en lo que hoy es LA LIBERTAD , se conocía a esta población con el nombre de la "Agujereada", la que era solo un caserío, de pocas casas separadas por árboles de porotillo y muyuyo.
Cuentan mis abuelos que a la media noche se aparecía un hombre elegantemente vestido con un traje resplandeciente, montado en un caballo blanco y arrastrando cadenas.
Dice la leyenda que andaba buscando hombres que quisieran hacer pacto con el diablo. Una vez hecho el pacto, la vida de aquellos hombres cambiaba radicalmente, es decir que mejoraban económicamente, adquirían cabezas de ganado, la finca les florecían en lo que respecta a la agricultura, tenían casas lujosas y eran nombrados caciques del pueblo.
Luego de muchos años. El hombre elegante, volvía a llevarse a quien había hecho el pacto con el (esta persona moría), dejando a la familia en la miseria. Cuando enterraban al muerto, veían como este salía de la tumba y se iban con el señor elegante.
Nuestra península es muy rica en mitos y leyendas, contadas generación tras generación a través de nuestros ancestros, manteniéndose incólume hasta nuestros días a pesar de ello la gente moderna de hoy, ya no vincula sus bienaventuranzas y sus declives a seres sobrenaturales, pues es solo la perseverancia y predisposición son las que hoy y siempre han surtido efecto para el progreso y bienestar de nuestra familia pues es la falta de seriedad o ética las que provocan el derrumbe de nuestros ideales.

SALON “PALITO”

Era un viernes del mes de febrero del año 1966 en un sector de José Luis Tamayo, mas conocido por sus habitantes como “Muey”, existía un salón de baile llamado PALITO, en alusión a la apariencia física de su dueño el Sr. Pedro Reyes Lainez.
A este sitio acudían familias que llegaban de Guayaquil, así como también familias de la localidad, pues la fama que había ganado este sitio, se debía a la alegría, el romance, la música y diversión lo que le permitió convertirse en punto de encuentro muy concurrido por propios y extraños. Una de las familias guayaquileños concurrentes asiduas a este sitio era la familia Peña así como también la familia Tigrero y la familia De la Cruz hijas del famoso Champán.
Se rumoraba que la prosperidad del negocio del Palito se debía a cierto pacto hecho con el diablo, Palito, el dueño recibía siempre a sus clientes con su carismática y amplia sonrisa. Mientras bailaban y al transcurrir de las horas ya cerca de la media noche y el ambiente se torno pesado. Ana bailaba con la mirada fija a su compañero de baile sin percatarse que eran centro de atención del salón. Y con asombro todos miraban ... de pronto ella dijo papa mama ayúdenme y cae al piso. La gente gritaba y rezaban se arrodillaban y otros simplemente corrían desesperados sin rumbo.
Entre el tumulto de gente aparece un hermoso caballo en el cual el hombre misterioso se sube y desaparece dejando notar el rabo que asomaba por sus pantalones. Desde aquel entonces quedó bautizado este personaje como Bartolo ya que la revelación de su figura se dio al son de esta música y desde aquel día la gente no frecuentó mas el gran salo palito por el temor de volverse a encontrar con Bartolo.

¡El alma de una mujer avara hizo rica a una familia!
Almas en pena rondan por las ruinas de edificaciones antiguas. O sea, por media ciudad.
Héctor Anchatuña
Los molinos del Censo, más conocidos como del Machángara por estar construidos al pie de este río capitalino y actualmente abandonados por el tiempo y el olvido, se convirtieron en un ícono de la historia en la capital no solo por el desarrollo que significaron en su época de oro, sino también por las leyendas de terror que se tejieron en torno a este enorme elefante blanco, en donde se dice penaron muchas almas que no alcanzaron el descanso eterno.
Creados hace más de cien años, en 1906, de a poco sus máquinas se detuvieron hasta que todas las actividades que se realizaban en torno al molino cesaron. Primero desaparecieron las "famosas" lavanderas y hace poco tiempo dejó de funcionar la principal turbina y maquinaria del antiguo molino.
LOS FANTASMAS SOBREVIVEN
Pero lo que no desaparecerá es la leyenda de los fantasmas y los misterios que guarda el viejo molino construido en las riberas del río que cruza la capital de sur a norte.
Según el relato especialmente de las muy conocidas lavanderas del Machángara, el molino y la quebrada tienen espeluznantes leyendas, de las cuales las más comentadas son: El fantasma del molino del Machángara y El duende de la turbina.
Para llegar al antiguo molino se tenía que caminar por un estrecho camino abierto entre los matorrales, por donde bajaban también al río las lavanderas. Las más grandes piedras eran utilizadas para lavar montones de ropa, con el agua que era detenida en una especie de pozo extenso.
ALMA EN PENA DE MUJER AVARIENTA
Fue en uno de esos chismorreos de lavanderas que una de ellas le conversó a su compañera que hace muchos años el molino fue de propiedad de una señora muy avarienta que tenía gran cantidad de dinero porque era el único molino de ese tiempo y se hizo millonaria.
Pero se desconocía dónde guardaba la plata. Ese secreto la propietaria se llevó a la tumba porque repentinamente le llegó la muerte que no le dio tiempo ni a confesarse.
Al no recibir los santos óleos y después que fue sepultada, en el molino se empezaron a escuchar ruidos extraños y miedosos a la medianoche.
Lo más espantoso era que las personas de esa época veían que en medio de la oscuridad de la noche salía de la tolva (caja abierta por abajo en la cual se echa el grano para que caiga de a poco entre las ruedas del molino) un bulto negro que subía hasta el tumbado y después se dirigía a una piedra de moler abandonada y se sentaba allí y se ponía a llorar de manera macabra.
Aquella extraña sombra tenebrosa para los asustados testigos era sin duda el alma en pena de la mujer avara que con una de sus manos cadavéricas llamaba a la persona que la veía o escuchaba sus lamentos terroríficos.
CONDENADOS A SECARSE Y MORIR
Para mala suerte de aquellos que no obedecieron y no se acercaron al llamado del almita de la mujer en pena, con el pasar de los días se secaban lentamente hasta quedar en "huesitos" y morir.
Fue tanto el miedo que sufrieron los habitantes quiteños que la gente que pasaba por el puente del Machángara a la medianoche por el gran temor de ver el alma no fijaban la mirada en el molino y lo primero que hacían era santiguarse y encomendarse a todos los santos de su devoción.
HIJO DE MOLINERO "MACHAZO"
Según la leyenda, fue un muchacho de 13 años, hijo de un molinero, el "machazo" que no tuvo miedo al espectro que en la noche se aparecía en el molino.
Un cierto día, en la tarde, el guambrito como lo llamaban, se quedó a cuidar el molino en medio del ruido de las piedras que giraban moliendo el grano.
Con el pasar de las horas el chico se quedó dormido cerca de la tolva y en sus sueños se le apareció el alma de la extraña señora que le había dicho: "ve guambrito que eres buenito con tus taitas, te quiero hacer rico con bastante plata para que les ayudes y le des todo lo necesario".
Pero ese ofrecimiento estaba condicionado por el alma que había llegado del más allá. El trato que le propuso era que el menor tenía primero que sacarla del purgatorio donde se quemaba por haber guardado gran cantidad de plata, en vez de hacer obras de caridad en beneficio de los necesitados y a cambio ella le daría a conocer en donde estaba guardada su gran fortuna.
Como todo sucedía mientras el joven dormía, en sueños recibió la orden del fantasma, de que no se asuste cuando lo vea en forma de alma en pena, que debía fijar la mirada en una piedra del molino que por largos años fue abandonada y ahí debajo estaba un
gran cajón con plata que guardó en vida y para encontrarlo tenía que cavar y cavar con la ayuda de su padre.
La orden del alma en pena fue que al hallar el dinero, la mitad debía coger el chico y con la otra mitad construir una capilla a nombre de la avarienta mujer. Y si sobraba algo debía repartirlo entre los pobres más necesitados. Todo con el fin de que se salve el alma de la que fue una de las primeras propietarias del molino, quien había sentenciado al menor que si no hace lo que le ordenó moriría secándose como los demás que la desobedecieron.
SUEÑO HECHO REALIDAD
El muchacho despertó asustado del largo sueño y conversó a su padre lo que el alma de la mujer le había revelado y esa misma noche, por el consejo del padre, fueron a cumplir con el pedido de la almita en pena.
Llegó la noche, padre e hijo se pusieron a esperar que llegue la almita para que les indique el sitio donde debían cavar. Hacía mucho frío, el ambiente estaba terrorífico y de pronto entre la bruma de la quebrada apareció un bulto medio blanco como una nube que bajó y se fue por el lado de la piedra abandonada. En el sitio el espectro sacó su mano huesuda y señaló ese lugar, para después evaporarse y desaparecer en medio de la oscuridad.
Después del susto padre e hijo fueron en busca de una barra y una pala y sin perder tiempo se pusieron a cavar hasta que amaneció y los gallos empezaron a cantar.
Parecía que todo hubiera estado cronometrado, pues justamente cuando los primeros rayos del sol comenzaron a rayar en el alba, un cajón apareció ante sus incrédulos ojos. La tamuga estaba llena de libras esterlinas y soles macizos de pura plata.
Padre e hijo llegaron a ser ricos y cumplieron con lo que el alma había ordenado al muchacho, la capilla fue construida, sin saber hasta ahora cuál de todas las que existen en Quito es la que ayudó a salvar el alma de una mujer codiciosa que partió al más allá sin llevarse nada de lo que había adquirido en vida.
Con la gran cantidad de plata la familia del muchacho llegó a ser tan rica que hasta tuvieron dinero para comprar una hacienda en el Valle de los Chillos, una enorme casa antigua en la ciudad y vivieron con todo lo necesario hasta sus últimos días. Pues desde ese momento en adelante el alma en pena descansó para siempre y no se volvió a escuchar más los ruidos escalofriantes en el molino que hoy se lo conoce como "El Censo".

EL CURA SIN CABEZA

Cuentan los viejos vecinos de Pomasqui que en la Colonia, del Pacpo vertían aguas termales, por esa razon los frailes franciscanos construyeron un convento en sus faldas, asi como una serie de acequias para acarrear aquellas aguas y una piscina llamada “de los obispos”. Hasta ese convento llegaban los padres enfermos, de ahí que se llamó Convento de la Convalecencia.
Hubo una vez un padre que iba a dicho convento a restablecer su salud, pero en el trayecto fue asaltado y le cortaron la cabeza. Sus compañeros lo sepultaron, pero desde entonces quienes pasan cerca del antiguo campanario o po la vieja puerta de entrada al convento, aseguran haber visto la figura de un padre decapitado.

EL SACHA RUNA
El Sacha Runa es un ser entre espectral y animal propio del centro-norte de la sierra del Ecuador. Unas veces es descrito como un aparecido y otras veces como si se tratase de un hombre real con hábitos animalescos o un ser mixto, mitad hombre y mitad arbol, puesto que se lo describe como un hombre alto que lleva su cuerpo cubierto de pelos, hojas, musgo e incluso flores. La palabra precede de dos voces kichuas Sacha=Monte y Runa=Hombre.
El Sacha Runa pudo ser una derivación de alguna antigua deidad pagana o prehispánica, que expresaba la mitologización de los árboles, la forma que asumiría el espíritu de aquellos, pero una vez que se puso en marcha la labor evangelizadora, vio transformada su naturaleza y su representación hasta convertirse en el medio maléfico de hoy día.
En Pomasqui el Sacha Runa aparecía en las noches de conjunción en un sector de Pusuqui y en las estribaciones del Casitagua

LA CAJA RONCA
En la periferia occidental de Pomasqui, como en el resto del centro-norte de la sierra,. La caja ronca es el sonido de un bombo destemplado que emite un sonido lúgubre. En cambio en la periferia oriental en el barrio el común, es una banda de diablitos que pasa tocando una tonada, en violín, pinguillo y tambor. Razón por la cual, señala Doris Sigcha, los abuelos decían que cuando se escuchaba aquella música, había que sacarse el sombrero y lanzarlo boca arriba, para que desaparezca la Caja Ronca y los diablitos vayan dejando en el sombrero, el violín que es de oro.


LA OLLA DEL PANECILLO

 

 

 

 

 

 

 

Se dice que en Quito había una mujer que todos los días llevaba su vaquita al Panecillo para que pudiera comer ya que no tenía un potrero donde llevarla.
Un buen día, mientras recogía un poco de leña, dejó a la vaquita cerca de la olla pero a su regreso ya no la encontró. Muy asustada, se puso a buscarla por los alrededores.

Pasaron algunas horas y la vaquita no aparecía. En su afán por encontrarla, bajó hasta el fondo de la misma olla y su sorpresa fue muy grande cuando llegó a la entrada de un inmenso palacio.

Cuando pudo recuperarse de su asombro, miró que en un lujoso trono estaba sentada una bella princesa que al ver allí a la humilde señora, le preguntó sonriendo:
-¿Cuál es el motivo de tu visita?
- ¡He perdido a mi vaca! Y si no la encuentro quedaré en la mayor miseria. Contestó la mujer llorando.
La princesa, para calmar el sufrimiento de la señora, le regaló una mazorca y un ladrillo de oro. Además, la consoló asegurándole que su querida vaquita estaba sana y salva.
La mujer agradeció a la princesa y salió contenta con sus obsequios. Pero, cuando llegó a la puerta, se llevó una gran sorpresa al ver a su vaca de regreso. -¡Ahí está mi vaca! Gritó la mujer muy contenta.
Y fue así como la mujer y la vaquita regresaron a su casa luego de esa inolvidable aventura que quedó escondida en la Olla del Panecillo.


EN LA CASA 1028

 

 

 

 

 

 

 

 

Había una vez una niña llamada Bella Aurora.
Era hija de padres ricos y cariñosos. En aquel tiempo la Plaza de la Independencia no tenía el monumento a la Libertad, sino una pila al centro. Allí se realizó una gran corrida de toros.

En segundo lugar salió un toro negro. Luego de mirar a su alrededor se acercó lentamente hacia Bella Aurora, quien se desmayó del susto. Sus padres la llevaron a curarla del espanto.


Dicen que el toro negro se desesperaba en la plaza.
Buscaba a la niña. Al no encontrarla saltó la barrera y se fue a la casa 1.028. Rompió la puerta de la calle. Subió al corredor. Olfateó por todas partes. Entró al dormitorio de Bella Aurora.

Al ver al toro, ella quiso huir, pero no tubo fuerzas.
Solo alcanzó a dar un grito fuerte, mientras el toro la embestía. El animal desapareció después. Se hizo humo.
-¿Y los padres de Bella Aurora?
-Lloraron bastante por la muerte de su querida hija.




ORIENTE

ETSA (LEYENDA SHUAR)

Etsa, en el idioma de los shuar, quería decir Sol, el valiente Sol, el generoso Sol de sus antepasados.

El abuelo Arútam -que en shuar quiere decir Poderoso Espíritu Tigre de la mañana- mientras caminaba por la selva, entre gigantescos matapalos y frondosos copales, chambiras y pitajayas, relataba a los niños de qué manera el luminoso Etsa le devolvió la vida a los pájaros.


Iwia es un demonio terrible -les explicó Arútam-. Desde siempre ha tenido la costumbre de atrapar a los shuar y meterlos en su enorme shigra para después comérselos. Fue así como, en cierta ocasión, el cruel Iwia atrapó y luego se comió a los padres de Etsa. Entonces raptó al poderoso niño para tenerlo a su lado y, durante mucho tiempo, le hizo creer que su padre era él.

Cuando Etsa creció, todos los días, al amanecer, salía a cazar para el insaciable Iwia que siempre pedía pájaros a manera de postre. El muchacho regresaba con la gigantesca shigra llena de aves de todas las especies, pero una mañana, cuando apenas empezaba su cacería, descubrió con asombro que la selva estaba en silencio. Ya no había pájaros coloridos por ninguna parte. Sólo quedaba la paloma Yápankam, posada sobre las ramas de una Malitagua.

Cuando Etsa y la paloma se encontraron en medio de la soledad, se miraron largamente.

-¿Me vas a matar a mí también? -preguntó la paloma Yápankam.
-No -dijo Etsa-, ¿de qué serviría? Parece que he dejado toda la selva sin pájaros, este silencio es terrible.
Etsa sintió que se le iban las fuerzas y se dejó caer sobre el colchón de hojas del piso. Entonces Yápankam voló hasta donde estaba Etsa y, al poco rato, a fuerza de estar juntos en medio de ese bullicioso silencio en el que aún flotaban los gritos de los monos y las pisadas de las hormigas, se convirtieron en amigos.
La paloma Yápankam aprovechó para contarle al muchacho la manera en que Iwia había matado a sus verdaderos padres. Al principio, Etsa se negó a creer lo que le decía, pero a medida que escuchaba las aleteantes palabras de Yápankam, empezó a despertar del engaño que había tejido el insaciable Iwia y, entonces, como si lo hubiera astillado un súbito rayo, se deshizo en un largo lamento. Nada ni nadie podía consolarlo: lloraba con una mezcla de rabia y tristeza, golpeando con sus puños el tronco espinoso de la enorme malitagua.

Cuando Yápankam se dio cuenta de que Etsa empezaba a calmarse, le dijo:
-Etsa, muchacho, no puedes hacer nada para devolverle la vida a tus padres, pero aún puedes devolvérsela a los pájaros.
-¿Cómo? -quiso saber Etsa.
La paloma explicó: "Introduce en la cerbatana las plumas de los pájaros que has matado, y sopla."

El muchacho lo hizo de inmediato: desde su larga cerbatana empezaron a salir miles, millones de pájaros de todos los colores que levantaron el vuelo y con su alegría poblaron nuevamente la selva. Desde entonces -les aseguró su abuelo Arútam- Etsa, nuestro amado Sol y el demonio Iwia son enemigos mortales.














“EL MISTERIO DE LA BOCANA DEL RIO MISAHUALLI”
En el oriente ecuatoriano en las aguas de la bocana del rio Misahualli en la selva, un hombre blanco que se dedicaba a la explotación del árbol de caucho en la cuenca del rio Aguarico.
Al pasar los meses llego un señor con su hija al mismo lugar donde causo sensación en el corazón del cauchero, se enamoraron y como vivían en plena selva y ante la ausencia de una autoridad que legalizara la relación de la pareja, ésta decidió unir sus cuerpos y sus destinos a la sombra de los frondosos y florecidos árboles de guaba. Pero como el amor no produce para vivir, el cauchero tuvo que viajar una vez más al Aguarico para recoger la balata recolectada por sus trabajadores y llevarla a los mercados de Iquitos. 
La bella chica con el recuerdo de su amado en la hermosa sonrisa de sus labios, recorría la extensa playa solitaria ésta era una costumbre que le había impuesto el amor. Mas el tiempo pasaba inmisericorde y al final de su paso el cauchero jamás volvió. 
Esta bellísima mujer presa de una indescriptible pena, desapareció un día como si se la hubiera tragado la tierra. Sus familiares y amigos la buscaron afanosamente, pero todo fue en vano; las lágrimas y el tiempo, fueron borrando el dolor de su ausencia. 
Al pasar los años, una mañana brumosa y fría, unos indígenas que pescaban por el sector, vieron a una hermosísima mujer parada en la piedra grande de la margen izquierda del río; se acercaron a ella y cuando le preguntaron donde vivía solo señaló el agua, y lanzándose al torrente sin salpicar una gota ni producir una onda en la superficie se sumergió. 
Los ancianos al escuchar lo ocurrido, aseguraron que la dama era el espíritu de aquella mujer que desapareció sin dejar rastros. 

En esa enorme piedra rojiza de estructura volcánica asentada en el recodo del río Misahuallí, se escucha con frecuencia en las mañanas, una dulce voz de mujer que canta a su amor perdido. Algunas veces ella se aparece a los que pescan en el río, pero quien acude al lugar con intención expresa de encontrarse con ella, nunca logran su objetivo.


COSTA

POSORJA

 

 

 

 

 


Nombre de una célebre pitonisa huancavilca. La leyenda de Posorja muy popular en la colonia y a inicios de la vida republicana, cuenta que la vidente apareció de pronto frente a las costas de la península de Santa. Elena, precisamente en el sitio en el que actualmente se ubica la población del mismo nombre. Llegó en un pequeña nave de madera más liviana que la balsa cuando era solamente una criatura. La niña era de rasgos blancos y venía envuelta en unas finas mantas de algodón que tenían estampados unos intrincados jeroglíficos; llevaba además en su pecho, como colgante un caracol pequeño y finamente labrado.

Adoptada por los huancavilcas, creció hasta hacerse mujer. Fue entonces que empezó a vaticinar los sucesos más trágicos del pueblo que la adoptó, cobrando fama de gran visionaria en toda la región. Por esta razón llegaron hasta su aldea Huayna Capac y después Atahualpa, a quines predijo los trágicos desenlaces de sus reinados. Cuando Huayna Capac llegó a la península de Sta. Elena, vio en Posorja a una enviada del dios Pachacamac y le pidió que le vaticinará su porvenir, viendo en los ojos de la pitonisa su muerte en Tomebamba y la guerra fatricida entre Atahualpa y Huáscar.

Después cuando Atahualpa le pidió que revelase su futuro, pronosticó su triunfo sobre Huáscar y el breve tiempo que duraría su victoria por último, pronóstico que habría de llegar unos hombres blancos y barbados que matarían al inca luego de tomarlo prisionero en Cajamarca. Cuando Posorja terminó esta revelación declaró que su misión en la tierra había terminado, puesto que aquella había sido su última predestinación. Luego de su declaración se dirigió al mar, soplo su caracol y una ola se la llevó

“EL DIABLO”

En si el diablo tiene algunos nombres de las cuales se le conoce como tin tin, duende, el malo. Cuenta la leyenda que este ser extraño llamado “tin tin” suele aparecer en lugares apartados, sólidos en horas de la noche.
Este ser enamora a las mujeres o las viola, y en algunos casos las deja embarazada a veces, engendran y dan a luz niños anormales, mitad animales, mitad hombres.
En la península de Santa Elena, una señora de nombre Julia cuenta que vio al diablo, montado en un caballo negro con un sombrero grande y una capa No se le veía bien la cara porque el sombrero se la tapaba. “Un día el diablo casi se lleva a mi primer marido. Estaba yo desgranando maíz y como estaba muy cansada me tumbe en la cama; era el día siete de febrero. De pronto oí a mi marido que me llamaba. Cuando me volví para mirarlo, dos llamas se lo estaban llevando, pero cuando el diablo me vio a mí, desapareció”
Esta es una leyenda muy típica de la Costa de la zona montubia. Donde era la época en que las mujeres no salían a la calle y se comentaban dichas historias en la cual decían que era obra del diablo.


LA LLORONA

 

 

 

 

 

 

La llorona' es una mujer alta y estilizada cuyo atuendo es de color blanco, aunque no es posible distinguir sus rasgos faciales.
'La llorona' es una mujer alta y estilizada cuyo atuendo es de color blanco, aunque no es posible distinguir sus rasgos faciales. Los relatos populares, la describen también como una mujer sin pies, en efecto, parece desplazarse por el piso sin rozarlo.

El mito de 'la llorona' afirma que su eterno penar se debe a que busca a un hijo recién nacido que asesinó arrojándolo al río para ocultar un pecado. Y en esta línea, es parte de su penitencia, castigar a los muchachos que andan de amores prohibidos: se sube a sus caballos y puede llegar a matarlos en un helado abrazo mortal.


Se la llama 'la llorona' porque sus gemidos aterradores y penetrates que se dice que grita ¿ Donde esta mi hijo? ¿Dond esta mi hijo?, son tan insistentes que hasta enloquece a los perros, mientras deambula por las noches (sobre todo cuando es noche de plenilunio).

La mayoría de los relatos, la consideran señal de malos presagios, un indicador de mal agüero: puede acercarse para enfermar a las personas, empeorar a los enfermos o traer desgracias a los seres queridos.

En otros relatos, 'la llorona' se presenta como un ser inofensivo que necesita consuelo y ayuda, despertando piedad en la gente que, cuando se acerca a consolarla, les roba todas sus pertenencias.


LA VIUDA ALEGRE

En los días en los que la energía eléctrica era un extraño y raro fenómeno, décadas atrás, pasadas las altas horas de la noche, cuenta el vulgo qué, metido en la oscuridad, en medio de las callejuelas angostas y adoquinadas, aparecía a lo lejos el resplandor de la luz ávida, intermitente de un farol.

Moviéndose con insistencia, lujuria, de un costado a otro, agarrado de las manos bellas, pálidas y misteriosas de la "Viuda Alegre".

Adelante de sus pasos apresurados y del perfil hermoso, sensual, esbelto y sutil de quien también llamaban la "Viuda Negra", que se tapaba con un velo, escondiendo su rostro en la oscuridad de la noche.

Cubierta de un traje negro caminaba seductoramente, dispuesta a lograr una nueva conquista… para el camino a la locura o a la muerte. Los caballeros de aquel tiempo temerosos se escondían o corrían…

Aseguran que la viuda alegre era un alma en pena, que en su vida terrenal había dado malos pasos. Luego de enviudar, antes de su deceso, tuvo una vida pecaminosa llena de infidelidad y lujuria, razón por la que fue expulsada del purgatorio, del más allá.

Enviada de regreso a la vida, posiblemente para cumplir una misión o sedienta de venganza.

Desde entonces iba buscando en el camino a caballeros, jóvenes, hombres casados; impávidos, para seducirles con el menear incisivo de la luz de su farol.

Los caballeros hipnotizados la seguían, atrás, abúlicos, por la calle Bolívar, por San Blas, San Sebastián, los chaquiñanes.

Ella se insinuaba, ante los ojos y oídos escondidos de los testigos, que se encontraban asombrados tras las rejas de las ventanas y balcones.

Se iba por las casas, llegaba a las puertas grandes, barrocas, desproporcionadas, coloniales, de dos hojas, que se encontraban aseguradas con puntales de madera, resguardadas de la viuda alegre.

Ella tocaba las puertas, llamaba a los maridos de cada pocilga, con cánticos, melodías seductoras, con lamentos, voces obscenas.

El sonido y la luz del candelabro ingresaban por las rendijas de las ventanas, por debajo de las puertas. La familia, la esposa, se encargaban de proteger, y sobre todo de guardar al marido, al padre de familia para que no caiga en la seducción de la viuda. Les amarraban en los cuartos más distantes, en los sótanos. Oraban, hasta que la viuda buscara otra casa. por lo general con voces de angustia era frecuente oír: ¡Busque otra puerta!

Una vez que caía en tentación algún caballero, ante la provocación de la dama, esta la llevaba, haciéndole recorrer por todas las calles del pueblo, avergonzándoles, en presencia de las miradas solapadas y la burla de la gente; para luego guiarles a los barrancos del río Tomebamba, a los despeñaderos y acantilados del Vado y San Sebastián.

Entonces, a solas, asentaba el farol en un costado y se desvestía, se sacaba el abrigo y el vestido negro, poco a poco.
El caballero observaba ansioso, la luz del farol iba desvaneciéndose conforme la mujer iba despojándose de sus vestiduras, mientras al hombre, en una metamorfosis, le nacían cuernos en la cabeza, en la frente: "igualitos a los que luce Lucifer".
La viuda se destapaba pausadamente, hasta que al final, un instante antes de apagarse el farol y de descubrirse por completo el rostro, la viuda alegre desaparecía.
El hombre caía inconsciente al barranco, algunos morían, otros quedaban locos y heridos, pero todos con dos cuernos en la frente… deshonrados.

La gente del pueblo aseguraba haber visto en ese tiempo, esconderse en los portones de las pocilgas ó de las casonas, de vez en cuando en conflictos, a hombres convertidos en diablos, con unos extraños cuernos y con un rabo en las posaderas, que se quedaba a veces atascado en las rendijas de las puertas que dan a la calle, que se cerraban en el apuro.

Contaban que los familiares de algún caballero desaparecido, acostumbraban buscarlo en los despeñaderos, para luego refundirle en algún lugar recóndito de la casa, para siempre.






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